Francia se rinde a los pies de los Juegos Olímpicos
agosto 4, 2024Un año antes The Washington Post fue uno de los periódicos de las Américas que identificó el desagrado de los franceses ante a la celebración de los Juegos Olímpicos.
El desprecio hacia el evento multideportivo más importante de la humanidad, no quedó solo en las reseñas de los medios de comunicación, luego llegaron las huelgas de los gremios, la solicitud de las fuerzas del orden francesas de una prima especial durante el evento.
Hasta en los suburbios de Saint Denis pidieron que los Juegos Olímpicos beneficiaran a la comunidad como contraprestación ante los repentinos cambios. Algo que ya tenía contemplado la organización en su componente de impacto social.
Y es que las autoridades, especialmente las parinas, decidieron aumentar el costo del transporte público. En la planificación del evento meses antes, se les informó a los ciudadanos, que durante el desarrollo de las competencias, la dinámica de París iba a cambiar absolutamente, perjudicando a unos, beneficiando a otros. Tanto fue la ola de información difundida, que definitivamente miles de ciudadanos, presionados se fueron de París a vacacionar a otros lugares.
Este contexto generó un malestar entre los ciudadanos, que a diario mostraron su preocupación e incertidumbre frente a los posibles efectos de este magno evento.
Días antes de la inauguración
París se convirtió en una fortaleza, la policía llegó desde diferentes regiones de la nación a resguardar la seguridad de la familia olímpica, y por supuesto de los miles de turistas veraniegos.
Las amenazas terroristas obligaron a solicitar apoyo a países vecinos, que no dudaron en enviar fuerzas policiales a la capital francesa. Policías uniformados, de civil, infiltrados en los aeropuertos, estaciones, restaurantes, calles, parques, metros y trenes.
Un día antes de la ceremonia de inauguración, el traumatismo se apoderó de París; ya que las fuerzas del orden tuvieron que cerrar calles en los costados del Río Sena, además de perímetros especiales donde se llevaban a cabo actividades logísticas como montaje de estructura, instalación de luces y sonido.
Día de la inauguración
Como si nada hubiera pasado antes, los franceses se volcaron a las calles. Llegaron residentes de Lyon, Marsella, Nantes, Niza, Burdeos, Lille, Rennes, Toulouse. Todos a copar las graderías instaladas en los costados del Río Sena. Se olvidaron de todo para ver a Francia hacer historia.
Después de 100 años la ciudad volvió a celebrar los Juegos Olímpicos. Con icónica inauguración, que atravesó el Río Sena desde el puente de Austerlitz, hasta el Parque de los Campeones, lugar del evento central, justo ahí, a los pies de la Torre Eiffel.
Durante las competencias
Los ciudadanos locales han sucumbido ante la fiesta olímpica. Una y otra vez se repite la frase de Ernest Hemingway: «París es una fiesta», como si se tratara del principal sello de estos juegos. La resurrección de la literatura, encarnada en el deporte.
Escenarios deportivos colmados, como el Stade de Francia, cuya capacidad es de 80.000 personas; hasta el Roland Garros, uno de los complejos tenísticos más importantes del mundo, que cada fecha recibió a miles de personas.
Las estaciones de metro atestadas, los trenes sin un lugar antes de las competencias. Los franceses son cómplices absolutos de la celebración de los Juegos Olímpicos.
Las canciones en su lengua encienden el ambiente en los escenarios. La Marsellesa, tan genuina y heroica retumba cuando la medalla dorada obliga a emerger su bandera. O cuando el primer lugar en el podio es del rival, aplauden.
¡Sí, la fiesta es suya, la fiesta olímpica es más francesa que nunca!